“La forma de la ciudad cambia más de prisa que los deseos del corazón humano”.
Baudelaire, poeta francés.
Nuestras ciudades, las que componen el Gran Valparaíso, seguirán creciendo -esto es un hecho- y la forma de las ciudades que lo conforman continuará cambiando.
Por un lado, se puede apreciar que la falta de suelo libre disponible y las particulares condiciones topográficas de Valparaíso y Viña del Mar han impulsado que una parte del crecimiento sea basado en la renovación de viviendas y la densificación en altura, donde caserones antiguos totalmente renovados y edificios de departamentos nuevos son constituyentes de la oferta inmobiliaria que existe.
Lo anterior en contraste al estiramiento urbano de Quilpué y Belloto, entre otras ciudades similares, que se densifican por extensión, en las que conjuntos de condominios y villas generan nuevas poblaciones completas. Con sus respectivos equipamientos, centros comerciales y edificios de servicios.
Lo anterior es reflejo de que la dinámica propia del desarrollo urbano es compleja, pues trata de mucho más que sólo la construcción o remodelación de viviendas y nuevos barrios o plazas.
En esta dinámica se debe vincular permanentemente lo que existe con lo nuevo, con el espacio público y con lo natural, puesto que es en la ciudad donde los deseos se expresan y también las contradicciones sociales que vivimos, tomando forma a diario en diferentes tipos de lugares habitables para el ciudadano.
En este sentido, los proyectos inmobiliarios pueden aportar referencias e indicios al crecimiento urbano y cualificar positivamente un entorno completo, mejorando la vida de un barrio, inclusive de un sector, sin quitar la posibilidad de robustecer una ciudad en completitud.
Así pues, se aprecia que las variables son muchas y las implicancias también, donde las obras muestran cómo son los cambios de vida de una ciudad y los procesos de consagración o marginalización de aquellos.