El concepto de fragilidad es coincidente con las condiciones ciudadanas que animan la vida de Valparaíso hoy en día.
En lo que a mí respecta, como arquitecto, es que en este momento deseo referirme a cómo la relación que existe entre el modo de vida de una ciudad y el aspecto urbano que presenta ésta es constante e imperativamente significativo, más aún en Valparaíso, ciudad donde el mito es pan de cada día, incluso a la hora de describir la realidad cotidiana.
Valparaíso hace eco de estar cerca de la capital de nuestro país. Y claro las implicancias de esto, en muchos aspectos, son abrumadoras. Quizás donde se atestigua con mayor significancia esta relación de vecindad es en la continua emigración a la capital por búsqueda de trabajo de cientos de personas a cotidiano.
Curiosamente la cercanía geográfica de ambas ciudades aparentemente genera una desvinculación notable si se quisiera encontrar relatos en común desde lo urbano: la carencia y lo desproporcionado. Siendo lo desproporcionado una característica, que en este caso, es netamente capitalina.
Valparaíso está carente de motivaciones ciudadanas expresadas en un relato de ciudad a todo color. Ese discurso propio que tantas veces tuvo y que cautivó siendo una inagotable fuente de creatividad.
La fragilidad de Valparaíso hoy en día son las plazas, las avenidas y los espacios públicos (carentes de cuidado y propósito urbano), es decir, los lugares del ocio. Son lugares “santos” de alguna forma, donde la vida misma se expone y sin maquillajes ni caretas la cultura de una ciudad toma forma.
Con poco trabajo y poco dinero (carencias de fuentes reales de trabajo para ganarse la vida), estos lugares “santos” se ven reducidos a una mínima expresión de su potencialidad creativa. Y los colores de una ciudad se diluyen sin discusión.
Un cambio positivo de condiciones de vida (lo contrario al ser carente) afectaría integralmente lo descrito fomentando el intercambio ciudadano y la sinergia de la ciudad. Y esa energía cultural-económica podría dar un impulso vital para erradicar las carencias y de una vez por todas cambiar la fragilidad por creatividad urbana.
Nota: el antónimo de carencia no significa desproporción, sino crear un significado embellecedor de ciudad a un territorio.
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